Al abrigo de la oscuridad, Jaime Vuong subió de contrabando a su hija Alyssa, de cuatro años, y a su pequeño hijo Ben en barcos de pesca para escapar a la opresión del gobierno Comunista del Viet Cong.
Era el año de 1984, nueve años tras la caída de la antigua capital de Vietnam del Sur, Saigón, ahora conocida como Ciudad Ho Chi Minh.
“Nuestra casa, nuestros objetos de valor y nuestros bienes fueron confiscados por la fuerza por el Viet Cong”, dijo Alyssa Tran, una doctora de atención primaria desde hace siete años de WellMed at Northern Hills, en San Antonio, Texas. “Mis padres fueron despojados de su libertad y su dignidad, lo que llevó a mi padre a realizar múltiples intentos de huir de Vietnam”.
David Giang intentó, sin éxito, escapar del país en cuatro ocasiones, con la intención de iniciar una nueva vida con su familia en los Estados Unidos.
“Fue encarcelado y golpeado después de cada intento. Mi madre vendió los objetos que nos quedaban en casa, incluyendo recuerdos de familia, para comprar la libertad de mi padre”.
La pareja estaba resuelta a reunirse con sus parientes que vivían en los Estados Unidos. Como las autoridades vietnamitas vigilaban de cerca a su padre, los padres de la Dra. Tran tomaron la difícil decisión de dejar que su madre intentara escapar con los dos niños, con la esperanza de reunirse más adelante.
Al llegar al puerto de Ciudad Ho Chi Minh, el trío abordó el primero de los muchos barcos pesqueros que tenían tripulaciones simpatizantes que aceptaron llevar a la asustada familia a un lugar desconocido, pero más seguro. Fue el principio de un largo y peligroso viaje, saltando de muelle en muelle y escondiéndose en los oscuros camarotes de barcos pesqueros vietnamitas desconocidos.
“Mi madre nos daba pastillas para dormir mientras estábamos bajo la galera, para ayudarnos a pasar el tiempo y porque no teníamos nada que comer. Teníamos que permanecer en silencio, ya que cualquier ruido o alboroto pondría en riesgo nuestra seguridad y la vida de las personas que nos ayudaban”.
La familia llegó a la ciudad de Manila en las Filipinas. “Pasamos varios meses en un campo de refugiados aprendiendo inglés, vacunándonos y preparándonos para ir a los Estados Unidos”.
La joven Alyssa asumió enormes responsabilidades durante esa etapa. “Recuerdo que cuidaba a mi hermano cuando mi madre estaba en la escuela en las Filipinas, iba a traer agua de los pozos y hacía largas filas para recibir nuestra ración de comida del día”, recuerda. “Básicamente me ocupaba de mantenernos a salvo mientras mi mamá estaba en la escuela preparándose para nuestra nueva vida en los Estados Unidos”.
La atención médica que su familia recibía en las Filipinas dejó huella en la Dra. Tran. “Teníamos mucho contacto con el centro comunitario donde había muchas enfermeras y médicos que nos ayudaban a los refugiados”, añadió. “Los médicos se hacían cargo de un ambiente con frecuencia caótico. Fue entonces que me di cuenta de que no quería dedicarme a ninguna otra profesión; quería ser doctora y ser una líder que ayudara a la gente a mejorar su salud”.
Un médico de familia de San Antonio que les atendió a su llegada la alentó aún más. “Reconoció las dificultades por las que atravesaba nuestra familia y siempre estuvo ahí para apoyarnos a mi hermano y a mí”, añadió la Dra. Tran. “Cuando le dije que quería ser doctora, compartió su alegría por ejercer la medicina y me motivó. Me dio la confianza en mí misma para lograr ese loco sueño”.
La Dra. Tran y su familia volaron a San Antonio desde las Filipinas con la ayuda de una tía y un tío que estaba en el ejército estadounidense, con los que vivieron al principio.
Con el tiempo, su familia se mudó con otras dos familias de inmigrantes a una pequeña casa de tres habitaciones. La madre de la Dra. Tran tenía dos, a veces tres, empleos para que le alcanzara el dinero.
La Dra. Tran aprendió inglés con el programa Plaza Sésamo de la PBS en la televisión, que también la ayudó a cuidar a su pequeño hermano, Hue Binh Giang, mientras su mamá trabajaba más de 16 horas al día. Cuando empezó a ir a la escuela estaba en clases de inglés como segundo idioma (ESL), pero en segundo grado ya no necesitó clases de ESL. En tercer grado, la escuela la colocó en clases para alumnos mejor dotados y con talento. “Esto sorprendió no solo a mis padres, sino también a mis maestros”.
El padre de la Dra. Tran llegó a San Antonio para reunirse con la familia en 1986. A partir de ese momento, el trabajo de los niños fue no meterse en problemas. “Los dos reconocíamos que nuestro deber era sobresalir en la escuela para asegurarnos de que los sacrificios de nuestros padres no fueran en vano”.
En la actualidad, la Dra. Tran ejerce la medicina en el barrio donde creció. Atiende a una numerosa población vietnamita-estadounidense en San Antonio y sus alrededores. Su dominio del vietnamita y el conocimiento de las costumbres y tradiciones de su tierra natal hacen que sus pacientes se sientan a gusto.
“Muchos pacientes dudaban en compartir sus verdaderas historias y su historial médico antes de establecerse como pacientes en Northern Hills”, comentó la Dra. Tran. “Es muy diferente que uno comparta su historia a través de un intérprete que hablar por uno mismo. Esto último es más especial.”
Ella y sus hermanos están eternamente agradecidos por las muchas luchas y los sacrificios que sus padres han realizado. Los padres de la Dra. Tran tuvieron otros dos hijos después de establecer su nueva vida en los Estados Unidos. Actualmente, su padre está jubilado de su empleo de 20 años como soldador en una empresa de ingeniería. Su madre de 66 años sigue trabajando en el salón de manicura que construyó y del que ahora es propietaria. Su hermano Binh es gerente de recursos humanos del grupo Panda Express.